Espiritualidad

Dado que la espiritualidad corresponde a una de las dimensiones de la condición humana, se ha considerado siempre en la intervención de las personas con cáncer, incluir estrategias para su abordaje integral, ya que, la Psicooncología es la fusión de la psicología y la oncología, que se encarga de conocer las conductas y problemas psicológicos que se generan tras el diagnóstico, que tiene como fin analizar todos los aspectos individuales, sociales, culturales y la importancia de la capacidad de adaptación, la cultura y la religión para integrarlos al plan terapéutico y que estos contribuyan al proceso de afrontamiento (Bustamante, 2018)
Por esta razón, desde la medicina y la salud mental, reaparece hace algunos años, la importancia de hablar sobre temas como espiritualidad, religión, trascendencia, alma, etc. Desde una nueva mirada, se intenta comprender el aporte de la espiritualidad y/o de la religión primero, en las enfermedades terminales, especialmente en cuidados paliativos, luego en diversas enfermedades tanto físicas, como por ejemplo en Infarto agudo del miocardio, hipertensión arterial, etc., como mentales: prevención del suicidio, depresión, etc. (Puchalski, Dorff, Hebbar y Hendi, 2001; Larsen, Vickers, Sampson, Netzel et al. 2006; Verghese, 2008).
Se observa que se ha despertado el interés por investigar la espiritualidad como uno de los factores de protección psicológica más efectivos en los pacientes oncológicos ya que, constituye una forma de nutrir la esperanza y fomentar un afrontamiento positivo a la enfermedad.
Desde la perspectiva de Mytko y Knight (citado en Martínez, Méndez y Ballesteros, 2004), “una amplia definición de espiritualidad debe incluir sentimientos de conexión consigo mismo, con la comunidad, con la naturaleza y con el significado o propósito de vida” (p. 232). Para Ross (citado en Navas y Villegas, 2007), el propósito (o significado) de nuestra existencia, la voluntad por vivir y la fe (ya sea en un ser superior, en uno mismo, o en los demás), son aspectos primordiales dentro del ámbito de la espiritualidad. Así también, otros autores (Brady, Peterman, Fitchett et al., citado en Navas y Villegas, 2007) plantean la relación de esta dimensión con el hecho de poder encontrar respuestas satisfactorias acerca de la vida, la enfermedad, y la muerte (p. 36).
Por lo tanto, podemos decir que la espiritualidad, es un componente innato del ser humano que le motiva y le permite buscar un sentido a la vida a preguntarse sobre el origen, su identidad y bienestar (…); [que] fortalece las capacidades de adaptación de las diferentes situaciones vitales (McClain, Rosenfeld y Breitbart, citado en Gallegos y Herrera, 2008, p. 100).
Por otra parte, es importante distinguir que al hablar de Espiritualidad, no necesariamente estamos refiriéndonos a Religión. Si bien dichos conceptos suelen estar relacionados, la
Espiritualidad se refiere a un aspecto más universal, interconectado con lo esencial o lo sagrado a través de la experiencia de vida (Koenig citado en Navas y Villegas, 2007).
Respecto a estas investigaciones, Navas y Villegas (2007) afirman que la Espiritualidad puede convertirse en una poderosa fuente de fortaleza promoviendo la calidad de vida y la adaptación a la enfermedad (p. 35), ya que capacita a la persona a poder realizar cambios positivos en su modo de vida y a tomar mayor conciencia de cómo sus creencias, actitudes y comportamientos influyen positiva o negativamente en su salud.
En relación a la utilización de herramientas o prácticas espirituales, investigaciones realizadas por Hawks, Hull, Thalman y Richins (Quiceno y Vinaccia, 2009), arrojaron que las técnicas de imaginería, la meditación y las actividades de apoyo social pueden servir para trabajar elementos relacionados con la salud espiritual como el significado y el propósito en la vida, el autoconocimiento y el conectarse consigo mismo, con los demás y con un poder más alto (p. 238). Junto a ello, se observaron cambios positivos relacionados con la salud, comunicación, y la adhesión al tratamiento, como también en la salud física y emocional (Navas y Villegas, 2007; Quiceno y Vinaccia, 2009)